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Ser mujer en un mundo que nos fragmenta: cómo recuperar lo femenino perdido

Ser mujer en un mundo que nos fragmenta: cómo recuperar lo femenino perdido

Quizá estas haciendote preguntas, estes sintiendo que algo en vos está desconectado, como si faltara una parte que no sabés nombrar. En este artículo, Adriana Mendes Rosa —creadora de Matricaria— te invita a reconocer la raíz profunda de ese vacío: la desconexión con tu femenino ancestral.

Estás buscando algo… y lo sabés.

Quizás creés que lo que duele son tus vínculos.

Que es tu pareja. Tus hijos. Tu madre.

Que te duelen los sueños que todavía no alcanzaste o las palabras que te quedan siempre por decir.

Pero, en el fondo, hay otra herida más honda.

Lo que te duele —aunque no lo sepas— es el alejamiento de lo femenino.

Ese corte sutil pero profundo, que no siempre se puede nombrar… pero que se siente en la piel, en los huesos, en la respiración entrecortada.

“Tu dolor más grande no viene de tus heridas, sino de tu fragmentación.” — Adriana Mendes Rosa

Y no es solo tuyo ese dolor.

Es una herida colectiva. Silenciosa. Antigua.

Porque durante siglos se nos entrenó para desconfiar de la intuición, de la lentitud, del cuerpo.

Nos quemaron por “brujas”, por estar en contacto con el misterio que no tiene nombre. Porque sentir y saber del mundo natural era peligroso. Conocer el poder curativo de las plantas amenaza al que fabrica las pastillas químicas…

Se nos enseñó a sobrevivir desde el hacer constante, imitando lo masculino para sentirnos valiosas.

Pero el precio fue alto: nos desconectamos de nosotras mismas.

Vivir desde afuera: el exilio interior de muchas mujeres

Yo también viví en ese exilio.

Durante años, me identifiqué con la racionalidad. Era académica. Vivía para pensar. Para demostrar. Para rendir exámenes y mostrar resultados.

Mi cabeza era mi único cuerpo.

Y todo lo demás —el caos emocional, la voz interna, la intuición, la piel— quedaba fuera del mapa.

Hasta que, en 2004, la vida me arrancó el disfraz de un tirón.

Todo se rompió. Perdí el rumbo.

Y en medio del derrumbe, una voz me susurró desde adentro: “Es por acá.”

No fue una certeza, fue un temblor.

Y lo seguí. 

Desde entonces, comencé a rearmarme desde el centro, desde la raíz.

Me encontré con la Gestalt, con la astrología, con la sabiduría del cuerpo. Y sobre todo, con las palabras que me devolvieron el alma: “Mujeres que corren con los lobos”, de Clarissa Pinkola Estés. .

"Para poder conversar con lo femenino salvaje, una mujer tiene que abandonar transitoriamente el mundo y sumergirse en un estado de soledad en el sentido más antiguo de la palabra." - Clarissa Pinkola Estés. 

Ese libro no me enseñó: me recordó. Me devolvió la piel. Me devolvió el pulso.

“Lo femenino es sombra: lo que a veces se ve… y a veces no. Lo que no se puede capturar, solo permitir que suceda.” -Adriana Mendes Rosa

 ¿Qué es lo femenino que perdimos?

Lo femenino —en su dimensión profunda, arquetípica— no es un rol ni una energía suave. No se trata de clichés florales ni de colores pastel.

No te engañes. 

Lo femenino es misterio.

Es lo que se mueve por debajo de la palabra.Lo que siente antes de poder explicarse.Lo que brota sin pedir permiso.

Tu femenino esencial se expresa cada vez que “lo sabés” sin saber cómo. Cuando “lo sentís” antes de poder explicarlo. Es la sabiduría que sentís en el útero y en la noche. Es la atracción que te causa contemplar la espiral, cuyo significado conocés sin que nadie te lo haya enseñado.

Tu femenino esencial vive en la pausa y la mirada que revelan. Es el fuego que arde en lo hondo.

 “Lo femenino, como concepto, no puede ser capturado; como lo expresan y lo he ido aprendido de mis maestras de la vida. Sólo puede ser nombrado desde el misterio.  Si lo capturo, lo rigidizo… deja de ser lo femenino para ser lo masculino.”

 Adriana Mendes Rosa

Y eso, justamente, es lo que se nos fue arrebatado. Lo femenino era temido por su capacidad de creación, de sabiduría intuitiva, de poder sin violencia.

 “La capacidad de la mujer para procrear se erigía no solo como plenitud, sino como símbolo de todas sus formas de creatividad.”  Vicki Noble

Nos quitaron nuestro femenino esencial. Nos dijeron que era irracional, débil, inferior.

Nos enseñaron a dudar de él.

Y nosotras, para sobrevivir, aprendimos a traicionarlo.

¿Cómo se siente esa desconexión?

Se siente como apatía sin motivo.

Como un cuerpo que no desea, que no goza, que solo aguanta.

Se siente como irritación constante, como confusión existencial, como ansiedad vestida de productividad.

Se siente como vacío, aun cuando parece que tenés “todo”.

Y eso no es un fallo personal.

Es el síntoma de una herida colectiva.

 “Hay tiempos en que la piel se reseca, la confusión nos nubla, y la fragilidad se siente en los huesos. Pero incluso en ese desierto, la semilla sigue viva.”  Adriana Mendes Rosa

La invitación de Matricaria

Matricaria nace de esa herida… y de la decisión de no anestesiarla más.

Sin desmerecer el avance de la cultura, creo que el mundo está clamando por una integración, por tender puentes. Nosotras clamamos por un retejido de las partes que han quedado disgregadas.

Queremos sentirnos mujeres completas. 

MATRICARIA es mi sueño y mi forma de tejer con otras mujeres un reencuentro profundo.

No para volver al pasado, sino para recuperar lo que allá nos permitía sentirnos completas: el ritmo, la intuición, el cuerpo, la comunidad, el calor, el pulso de la tierra.

 “Sos cuenco fértil de la potencia sagrada de la vida. Y si esta frase no vibra en tu panza, algo todavía está cortado.” — Adriana Mendes Rosa

Quiero que MATRICARIA sea un espacio donde podamos religar lo que se fragmentó.

Un refugio donde la palabra no sea liviana, sino vibrante.

Donde podamos abrir las puertas del alma y volver a habitar nuestra profundidad.

Vivir desde adentro: volver al calor

Vivir desde adentro no es una metáfora ni una consigna espiritual: es una urgencia del alma.

Una invitación a salir del exilio interno. 

Es volver al cuerpo, al ritmo, al deseo. A la sabiduría que susurra desde el centro del pecho y baja hasta el útero. 

Es una decisión. Un ritual. Un sendero. 

 “La desconexión interna existe de algún modo en todas las mujeres socializadas en el patriarcado… incluso en aquellas que tratan, desde la razón, de sincronizar con su criatura.” Casilda Rodrigáñez

Es dejar de buscar afuera lo que solo brota cuando volvés a vos. 

Ese es el viaje que te propongo.

Un regreso. Una inmersión. Un círculo.

Una práctica amorosa para recordar quién eras antes de que te dijeran cómo debías ser

Este es el primer paso

Es el primer texto de mi nuevo blog, y lo siento como mi primer gesto de encuentro hacia vos. 

Quiero que sea una casa que compartimos y que vamos armando juntas. El espacio para tejer preguntas, compartir verdades, y reencontrarnos con lo que la cultura pretende hacernos olvidar.

Gracias por estar acá. 

Y gracias por estar leyendo estas palabras que no son teoría: son mi historia y mi ofrenda a un mundo que necesita nuestra naturaleza esencial para ser más amable y más humano.

De eso estoy profundamente convencida. 

Estamos ansiosas por hablar de cuerpo, de ritmo, de intuición, de maternidad consciente, de sanación, de historia ancestral, de espiritualidad viva, de lo cotidiano que nos atraviesa. De las heridas. Y del arte de sanarlas. 

Te espero con el alma abierta.

Con una taza de té, con una vela encendida y una palabra que te abrace.

Dejame decirte… 

Volver a casa no es mirar atrás. Es abrir la piel, tocar el adentro con ternura… y quedarnos ahí hasta que sea el tiempo de volver al mundo.

¡Bienvenida a MATRICARIA!

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Quizá estas haciendote preguntas, estes sintiendo que algo en vos está desconectado, como si faltara una parte que no sabés nombrar. En este artículo, Adriana Mendes Rosa —creadora de Matricaria— te invita a reconocer la raíz profunda de ese vacío: la desconexión con tu femenino ancestral.

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