El cuerpo dividido, la mujer fragmentada
Durante siglos, la cultura occidental construyó una idea de “mujer” que no nace de la experiencia, sino del recorte. El recorte de la piel, del deseo, de la voz, del ciclo.
Nos enseñaron a confiar en la mente, y lo aprendimos. A desconfiar del cuerpo, y lo aprendimos. A controlar el deseo, a ignorar la intuición, a reducir el alma femenina a la maternidad sacrificada o a la eficiencia sin descanso.
Hubo una operación de miedo sobre el ser femenino, y nuestra respuesta para sobrevivir fue tomar la decisión de aceptar lo femenino invalidado.
Todo lo que aprendimos se puede desaprender. Y todas las decisiones se pueden cambiar por otras.
Entonces…
Aunque te duela, buceá en tu memoria biográfica y reconocé esas escenas: cuando te dijeron estar “calladita la boca”, cuando desestimaron tus opiniones por “vueltera”, cuando te llenaron la cabeza y el corazón de miedos y de rechazo hacia tu sangrado…
Esto no fue casual. Fue estructural. Lleva milenios…
Y dejó consecuencias profundas que hoy se sienten como síntomas íntimos:
- agotamiento inexplicable,
- tristeza sin causa,
- ansiedad que no se calma, por más logros que alcances, por más cosas que obtengas.
“La desconexión interna existe de algún modo en todas las mujeres socializadas en el patriarcado… incluso en aquellas que tratan, desde la razón, de sincronizar con su criatura.” Casilda Rodrigáñez
¿Cómo nos separaron de lo femenino esencial?
Existe una sutil operación cultural llamada fragmentación.
Fragmentar significa dividir lo que era uno:
dividir el cuerpo de la mente, el deseo de la voluntad, la emoción del lenguaje, el ciclo del calendario de todos los ciclos naturales.
En palabras de Maureen Murdock, el recorrido de la mujer moderna no comienza con una búsqueda, sino con una herida:“El trabajo de la mujer moderna es religar lo que fue separado.”
Y ese es el gran gesto: no se trata de “crear” nada nuevo, sino de reconectar lo que ya estaba.
Religar es volver a sentir el tejido. Volver al pulso.Volver al ritmo.
El patriarcado: un sistema de separación simbólica
Lo que la cultura patriarcal hizo con lo femenino fue expulsarlo del centro del saber.
Nos dijo que no podíamos confiar en todo lo que nos es propio por esencia, porque no se puede medir:
- la intuición,
- el instinto,
- la emocionalidad,
- el tiempo cíclico,
- el lenguaje del cuerpo.
Nos enseñaron que lo valioso es vivir desde el hacer constante. Desde la linealidad. Desde la productividad.
Y así, el alma femenina quedó marginada, incluso dentro de nosotras mismas.
“Lo femenino no es un rol ni un estilo. Es un entramado de saberes ancestrales que fueron expulsados del mapa.” — Adriana Mendes Rosa
¿Qué significa religar lo femenino?
Religar no es solo reconectar. Es reconocer como sagrado lo que fue despreciado.
- Es devolverle valor al cuerpo como territorio vivo, no solo como imagen.
- Es nombrar el deseo sin vergüenza.
- Es dar espacio al silencio, al símbolo, a la pausa.
- Es abrir lugar a los relatos que fueron silenciados: los de nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras propias niñas.
En Matricaria, no partimos de una propuesta externa (el “empoderamiento” como oposición al “macho”) ni proponemos "lo femenino ideal" romantizado y edulcorado.
MATRICARIA quiere crear espacio para que cada mujer recuerde su propio fuego, ese que fue apagado o acallado por mandatos que no le pertenecen.
Ser mujeres desde nuestro femenino esencial.
Religión y raíz: volver a ligarse al misterio
¿Y qué significa reencontrarnos con nuestro femenino esencial?
La palabra religión viene del latín religare: volver a unir lo que fue cortado.
No estoy hablándote de integrar ninguna iglesia, ni cambiar tu credo; “religar” significa responder a esa necesidad de reunir nuestros fragmentos que sentimos en los huesos y desde el útero.
Ese es el sentido profundo de lo espiritual femenino: no se trata de doctrinas. Se trata de misterio, de vínculo, de presencia viva.
“Sos cuenco fértil de la potencia sagrada de la vida. Y si esta frase no vibra en tu panza, algo todavía está cortado.” Adriana Mendes Rosa
El cuerpo como mapa, el alma como cartografía
Recuperar lo femenino es un trabajo de encarnación.
No se accede solo con lecturas o teorías. Se accede a través del cuerpo, del arte, del vínculo, del ritual.
Cada mujer que se anima a transitar este camino, comienza a dibujar un mapa distinto del mundo: más lento, más vital, más simbólico, más verdadero.
Un mapa donde el valor no se mide por lo que se logra, sino por lo que se habita.
“La diosa no era una divinidad sobrenatural. Era la Tierra viva, el pulso natural de la comunidad.” — Casilda Rodrigáñez
Qué es Matricaria
Matricaria no es un método.
Es una respuesta viva al hambre de muchas mujeres que sienten que algo falta, aunque no sepan qué.
No venimos a reemplazar lo racional, sino a restituir lo simbólico. No venimos a negar la luz, sino a revalorizar la sombra. No venimos a sanar desde la perfección, sino a tejer desde la cicatriz.
Religar lo femenino es, para nosotras, una forma de espiritualidad encarnada.
Una política del alma.Una ética de lo íntimo.Un acto de creación.
Si te vibra, este es tu espacio
Volver al femenino esencial no es volver al pasado. Es recuperar lo que fue negado para construir un presente con raíz.
MATRICARIA existe para eso: para acompañarte a religar lo fragmentado, a recordar lo que sabés en la panza, y a encender el fuego que sigue latiendo bajo las aparentes ruinas.
Estamos volviendo.Y no estamos solas.
¿Querés recibir más textos como este? Suscribite a mi CARTA LUNAR.